sábado, 10 de noviembre de 2007

¿Por qué la leche materna es mejor?

La leche humana es el mejor alimento que puede recibir un niño ya que ha sido específicamente diseñada para satisfacer las necesidades de su especie. Lo que la hace inmejorable es el hecho de que satisface los aspectos “Alimento-Vínculo-Estimulación-Inmunidad”; todas las necesidades impostergables del recién nacido. Necesidades que ningún alimento sustituto ha logrado satisfacer en forma tan completa como la leche materna.
La leche humana es el alimento ideal para el niño en el primer año de vida, porque:
Es un alimento completo y provee todos los nutrientes que el lactante necesita en los primeros meses de vida.
Su contenido en nutrientes es el adecuado para la inmadurez de la función renal e intestinal, para el crecimiento y maduración de su cerebro y como materia prima para las transformaciones que su cuerpo va sufriendo a lo largo del primer año de vida.
Sus componentes se encuentran en una proporción tal que ninguno de ellos interfiere con la absorción de otro.
El aporte de sustancias anti-infecciosas llamadas inmunoglobulinas, es el complemento ideal para las deficiencias inmunológicas del bebé en los primeros meses.
La forma química en que se encuentran el hierro y el zinc, es la forma óptima para su mejor aprovechamiento.
La leche materna aporta un tipo especial de carbohidrato, que es necesario para la formación de una flora intestinal protectora que inhibe el desarrollo de gérmenes y parásitos dañinos.
El contacto físico con la madre contribuye a fortalecer el vínculo psico-afectivo.
Las madres que amamantan generalmente tienen períodos de infertilidad más largos después del nacimiento que las que no lactan.
El amamantamiento inmediatamente después del parto estimula la contracción del útero para que vuelva a su tamaño original en forma más rápida.
Representa la forma más natural de recuperar el peso luego del embarazo, ya que la grasa acumulada se consume para permitir la formación de leche.
La leche de madre está disponible en todo momento y en todo lugar, a la temperatura justa y en perfecto estado de higiene.
Los niños no amamantados presentan más riesgos de adquirir una gran diversidad de enfermedades como: diarrea, eczemas, cólicos, infección respiratoria aguda, otitis media aguda, bacteriemia y algunos tipos de meningitis entre otras.
Diversos estudios han demostrado un efecto protector de la leche materna contra enfermedades que aparecen más tarde en la vida, como: asma, diabetes tipo I y enfermedades autoinmunes.
A la madre le reporta los beneficios de: disminuir el riesgo de padecer cáncer de mama, aumentar su autoestima y fortalecer el vínculo madre-hijo al promover el contacto piel a piel.
Presenta ventajas económicas, ya que amamantar es mucho más barato que alimentar al niño con sustitutos de la leche materna. El costo del alimento extra que necesita la madre para producir leche es insignificante en comparación con el costo de las fórmulas lácteas y la energía consumida para calentar agua, esterilizar biberones, etc.
A la sociedad y el Estado le representa un importante ahorro en salud ya que previene la aparición de numerosas enfermedades que requieren hospitalización y representan un importante gasto para la comunidad.
Además, los lactantes que se alimentan con leche de vaca se encuentran más expuestos a:
A las deshidrataciones, ya que necesitan utilizar más agua de su cuerpo para formar la orina que los que toman leche materna.
A presentar bajos niveles de calcio ya que el exceso de fósforo de la leche de vaca dificulta la absorción de calcio.
A las diarreas, ya que el tipo de flora intestinal que se forma cuando se alimentan con leche de vaca, no los protege tanto como la flora que se forma con la leche materna.
A padecer anemia, ya que el hierro de la leche de vaca no se absorve tan eficientemente como el de la leche materna. Además la leche de vaca produce microhemorragias intestinales en los lactantes que también pueden favorecer la aparición de anemia.
A la dermatitis amoniacal, ya que el exceso de proteínas de la leche de vaca que es eliminado por orina en forma de amoníaco puede producir dermatitis en la zona genital.
Lo cultural y social generan cambios permanentes en los seres humanos lo que hace que la lactancia materna no sea un comportamiento predominantemente instintivo en el hombre. Por eso es posible y muy importante, estimular, ayudar y enseñar a la madre a amamantar mejor, desde los primeros meses del embarazo para que tanto ella como el niño puedan gozar del beneficio del amamantamiento.

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EL NENE NO COME

A veces los chicos apenas prueban bocado. Y esto puede causar gran preocupación en las madres que insisten para que su hijo coma, aunque no tenga hambre. Lo que sucede es que el apetito de un niño se relaciona con sus necesidades energéticas. Cuando hacen mucha actividad, los chicos comen más. Si, por el contrario, gastan menos energía, no tienen hambre.
Los especialistas afirman que las fluctuaciones del apetito son normales siempre que el chico se mantenga activo y crezca de una manera normal. Además, si un chico come algún bocado a deshora, por ejemplo un alfajor o un chocolate, es probable que a la hora de almorzar no tenga apetito.
El ser humano, en función de su crecimiento, cumple determinadas etapas. En los primeros seis meses de vida, un chico tiene una incorporación de tejido graso muy grande y un crecimiento acelerado. Y tiene una demanda de alimento muy importante. Esta demanda empieza a disminuir a partir de los seis meses. Entre el año, o los 15 meses, y los tres años, ellos atraviesan una etapa de inapetencia fisiológica, que es funcional y, de alguna manera, hay que respetarla.
El momento de los hábitos alimenticios
En la etapa de inapetencia fisiológica se consolidan los hábitos de alimentación. Pero es en este momento en que las madres realizan el mayor número de consultas porque su hijo “no come”. Lo que sucede es que las madres están habituadas a un ritmo en que el lactante se sentaba a comer y dejaba el plato limpio.
A partir del año y medio comienza un período de socialización, de incorporación de hábitos alimentarios, pero también de selección. Entonces, puede que un chico quiera mucho un alimento y luego lo abandone.
Una vez cumplidos los 5 o 6 años, durante el preescolar, empieza a formar más cantidad de tejido graso y comienza a tener un crecimiento más rápido. Por consiguiente, las demandas de energía son mayores.
Los nutricionistas destacan la importancia de consolidar correctos hábitos alimentarios. La consulta al pediatra por inapetencia suele coincidir con el hecho de que, con el afán de que se alimente, la madre suele perseguir a su hijo con la comida, o le ofrece sustitutos que no son importantes desde el punto de vista nutritivo: golosinas, “snacks”, o bebidas que tienen aditivos y endulzantes. De esta manera, su conducta alimentaria se altera. El chico sabe que si no come, va a obtener lo que quiere.
A veces la inapetencia fisiológica o normal se instala por circunstancias del contexto familiar. Pero también la inapetencia puede ser secundaria a una patología aguda. Una consulta frecuente se produce porque el niño no se alimenta cuando padece un trastorno respiratorio o gastrointestinal. Tanto los chicos como los adultos, cuando atraviesan una enfermedad, están inapetentes, y esto es normal.
Alimentos y afectos
La relación del grupo familiar con el chico a través de la comida tiene una gran importancia, pero hay que tratar de que esto no se sobredimensione, para que la necesidad de gratificar al hijo y de cuidarlo no se realice solamente a través de la comida.
Cuando la inapetencia se ha instalado, hay que verificar el aumento de peso y estatura del chico. Los médicos disponen de tablas de referencia, según el sexo. Con esta información van evaluando al paciente. Si el chico se aleja de su carril adecuado sin una causa visible, los especialistas evalúan si esta inapetencia tiene relevancia en relación a una enfermedad o patología.
Pero lo importante, según los expertos, es ver en qué contexto se está produciendo esa inapetencia. Porque a veces está relacionada con la historia familiar. No sólo hay que analizar lo orgánico desde el punto de vista de los nutrientes que se incorporan, sino también observar qué pasa en el marco familiar, indica la especialista. Hay chicos que por falta de afecto, no se alimentan.
Pero puede haber otros motivos: competencia con los hermanos, por ejemplo. La inapetencia emerge siempre dentro de un contexto. Con quién come el niño, si llega de la escuela y se encuentra con una comida rápida preparada, si se trata de un chico que nunca comparte una comida con su madre y sus hermanos, son todos factores a tener en cuenta cuando se está frente a un niño inapetente.

via: buenasalud.com